¿Alguna vez has abierto la alacena buscando algo dulce… justo después de una pelea, un mal día o por simple aburrimiento? Eso podría no ser hambre real, sino hambre emocional.
El hambre emocional ocurre cuando usamos la comida como una forma de lidiar con emociones: estrés, ansiedad, tristeza, soledad o incluso felicidad. A diferencia del hambre física —que llega poco a poco y responde a una necesidad del cuerpo—, el hambre emocional aparece de golpe y pide algo específico (como papas, pan o chocolate).
¿Cómo identificarla?
- Es repentina: llega de un momento a otro, sin señales físicas claras.
- Es específica: no te da hambre de “lo que sea”, sino de algo muy concreto.
- No se sacia fácilmente: comes y sigues con ansiedad o culpa.
- Es emocional: aparece después de una situación estresante o incómoda.
- Se acompaña de culpa: una vez que comes, no te sientes mejor… a veces, peor.
Reconocer el hambre emocional es el primer paso para relacionarte de forma más consciente con la comida y contigo mismo. No se trata de juzgar, sino de entender qué necesitas realmente: ¿un abrazo, una pausa, una caminata… o comida?
Redacción: #TQHTeam